Por Carmen Perilli
Para LA GACETA - Tucumán

La narrativa de Ernesto Sabato vincula el fracaso de la razón al triunfo de fuerzas oscuras encarnadas en satánicos ciegos. La mirada es uno de los temas esenciales desde El túnel (1948). Lo familiar esconde lo siniestro que  limita al hombre. A pesar de sus orígenes científicos, el autor escoge una visión apocalíptica, deudora de la tradición judeocristiana y del posromanticismo. Sabato se piensa como el escritor nacional, aunque dialoga constantemente con la tradición europea y su realismo se vincula con Roberto Arlt. El lector que se identificaba con su obra, hoy puede sentirse abrumado por el fárrago de palabras e ideas, el tremendismo maniqueo y las alegorías acartonadas. Sobre héroes y tumbas (1961) es una novela urbana, entre dos viajes: al Norte y el Pasado, con Lavalle; y al sur y el futuro, con Martín, en busca de una utopía que se derrumba en Abaddón, el exterminador (1974).
Su escritura abjura del pudor borgeano e insiste en relatos abigarrados de  adjetivación "furiosa". El exceso no ahoga la representación vívida del clima de ideas de una época. Aprovecha el  melodrama y los cruces entre formas culturales diversas. Como en las telenovelas encontramos: incesto, sexo, excremento, necrofilia, reconocimiento, tragedia, violencia. La Historia Argentina está del lado de Alejandra, la princesa-dragón, mujer fatal postromántica, la propietaria de héroes y tumbas. Martín, escucha, en la voz del abuelo Pancho, la épica trunca de Juan Lavalle que enhebra familia, nación y novela. El hijo de campesinos, rodeado de inmigrantes, pertenece a un mundo de "gente pequeña" y a pesar de su necesidad de saber no consigue llegar a la verdad. Los personajes escritores son: Bruno, el testigo y Vidal, "el Príncipe de las Tinieblas", autor del Informe sobre ciegos, enigmático texto que denuncia el complot siniestro en los sótanos de una Babilonia tumultuosa.
En Abaddón... se reiteran temas y personajes y el autor se construye como protagonista. La historia de Marcelo Carranza, el joven idealista, torturado y asesinado se vincula al contexto de los 70. Aparece la responsabilidad intelectual como problemática pero, como señala Daniel Castillo, "la visión tópica del mal evacuaría la responsabilidad del sujeto". El libro pone en escena los rituales del mercado literario, incluyendo la historia literaria del escritor que expresa "no debés escribir una sola línea que no sea sobre la obsesión que te acosa, que te persigue desde las más oscuras regiones, a veces durante años". Al final la utopía no existe y sólo queda la ciudad fantasma "levantada sobre el desierto: volvía a ser otro desierto de casi nueve millones que no sentían nada detrás, que ni siquiera disponían de ese simulacro de la eternidad que en otras naciones eran los monumentos de piedra de su pasado. Nada".
La lectura de la historia argentina se alimenta de las ideas de Sarmiento, reaparece la construcción de la identidad como lucha entre  civilización y barbarie. La modernización fracasada conduce al imperio de las fuerzas oscuras.
Sabato, un hombre polémico, ha participado de numerosos debates y su trayectoria está marcada por contradicciones. En 1976, después de una entrevista con  Videla, prodigó elogios al dictador, denunció la campaña anti-argentina y sostuvo que los grandes escritores estaban dentro del país. De modo paradojal presidió la Conadep y escribió el prólogo del Nunca Más. En este caso, le tocó realizar el primer inventario del genocidio. Casi proféticamente, en El escritor y sus fantasmas (1971), había aseverado: "La literatura no puede pretender la verdad total sin ese censo del Infierno. El orden vendrá después".
© LA GACETA

Carmen Perilli - Doctora en Letras, 
profesora de Literatura 
Hispanoamericana de la UNT.